El hijo del Dueño
Parecía una manada hambrienta
Aguardando tras el telón.
Todos corrían,
Movían veloces los labios.
El crujir de los dedos ansiosos
Las miradas furtivas
Registraban el desencanto.
Cómo piensa él que enfrentaremos
El fracaso?
¡No podremos cantar!
Encima el próximo acto...
Mas, a unos pasos de allí
Apareció el hijo del dueño
En un batir de espíritu feliz
Las gotas de combustión
Se redujeron al vuelo de un ave en extinción
Y cante que cante
se vertebro un galardón
Un segundo después, los celosos hablaron y a poco de tentar una verdad
Una piedra lanzaron
Por qué llegaste tarde y tan orondo?
Porque mi padre y señor
Me repitió que era hijo del dueño
De qué propietario hablas?
Del que su devoción, lo elevo en cuerpo y alma a la dura madera de la crucifixión